lunes, 8 de agosto de 2022

Otra forma de investigar un tema crucial



Otro libro más que leo para encogerme el ánimo y ponerme los pelos de punta viendo el auge de la extrema derecha, en este caso en los Estados Unidos.

Hace poco más de un año que leí el magnífico libro Antisocial de Andrew Marantz sobre el mismo tema. Este de Lavin tiene el mismo objeto de estudio, pero distinto método de investigación. Esta periodista, también de origen judío como Marantz, se introdujo creando perfiles falsos en diferentes medios que usan los miembros de la extrema derecha para comunicarse, desde chats y webs a canales de Telegram. De esta forma fue conociendo cómo se crea y se va fomentando el odio desde el supremacismo blanco hacia los judíos, las mujeres, los musulmanes, los negros, etc.

A lo largo de los diez capítulos en los que ha dividido el texto, Lavin va comentando y explicando cómo y dónde se introdujo y qué informaciones obtuvo a lo que añade también algunos de los atentados más conocidos de miembros de estos grupos. El conjunto resulta un verdadero relato del horror.

Dentro del mundo del supremacismo hay también tendencias de las que la más extrema es la del “aceleracionsimo” de la que dice la autora:

“Una facción mucho mayor ha adoptado una filosofía conocida como “aceleracionismo”, la noción de que las cosas deben empeorar mucho, mucho, lo más rápido posible y que esto al final acarreará la deseada guerra racial, que ocasionará una purga de los untermenschen, los “subhumanos” -judíos, gente de color-, y nos traerá una república blanca como la nieve, étnicamente limpia” (p. 70)

Creo que en conjunto se obtiene una visión más completa del libro de Marantz ya mencionado, pero hay en el de Lavin también algunos temas que son especialmente interesantes como:  la explicación sobre el  antisemitismo en USA; las relaciones entre la extrema derecha y Trump;  la existencia de un grupo como los “involuntariamente célibes” que practican, obviamente, una fuerte misoginia; la existencia de una página para citas exclusivamente de los supremacistas blancos o el auge del culto al panteón nórdico por ser, según ellos, el  único no contaminado por otras “razas”.

Por otra parte, la autora es bastante crítica con las empresas tecnológicas porque no se preocupan de los contenidos. Así 

“Un puñado de tecnológicas es responsable de haber convertido a la supremacía blanca en un movimiento internacionalista blanco y de la coordinación de los fascistas entre sí a nivel nacional y global. Estas empresas -Google, Facebook, Twitter, Telegram- no han sido votadas por nadie, son muy rentables y escapan a rendir cuentas a aquellas comunidades que sufren el azote de las ideologías que permiten difundir.” (p. 185)

También hay que destacar lo que dice sobre las fuerzas policiales:

“Cabe apuntar que en Estados Unidos las fuerzas policiales están casi uniformemente alineadas con la derecha política y que esta, a su vez, ha adoptado como parte de su ideario la “protección” y el “respeto” de las fuerzas policiales.” (p. 230)

Sobre este aspecto da varias informaciones de hechos concretos que ponen de manifiesto este alineamiento del que, por cierto, también tenemos buenos ejemplos en nuestro país.

En fin, estamos ante un libro que da muchas informaciones sobre un fenómeno muy preocupante porque, además, también se está extendiendo por Europa aunque no sea siempre exactamente con los mismos contenidos (por aquí no se utiliza normalmente la idea supremacista aunque está detrás de muchos comportamientos y actitudes).

Quizá los únicos reproches que le haría a la autora son que apenas mencione el rechazo de los negros o los musulmanes y vea sobre todo el de los judíos o que a lo mejor tome demasiado en serio a algún personaje o grupúsculo que más parecen unos frikis marginados y marginales que otra cosa, claro que esto no es más que una impresión ya que ella es la que realmente conoce el tema.

Otro interesantísimo libro de la editorial Capitán Swing cuyo catálogo está lleno de ellos.


Talia Lavin, La cultura del odio. Un periplo por la dark web de la supremacía blanca. Traducción Íñigo García Ureta.

 

 

 


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