lunes, 21 de noviembre de 2022

Segunda entrega



No ha pasado aún un año de la entrada en el blog del comentario al primer volumen de los diarios de Chirbes, y ya estoy con el segundo. Esto da idea de la importancia que para mí tiene la obra de este escritor (por cierto que, lógicamente,  está en la serie del blog Mis autores favoritos).

Esta segunda entrega, a pesar de centrarse en un menor periodo de tiempo, ya que no llega a los dos años (marzo 2005 a enero 2007), ocupa nada menos que 698 páginas, es decir, es bastante más extensa que la anterior, aunque los temas no son sustancialmente diferentes. Así, tenemos: viajes a Nueva York, Berlín, Alsacia Toscana o París entre otros en los que tan pronto escribe de arte como de gastronomía; lecturas con amplios espacios y citas de Balzac o D’Annunzio (todas en versión original) y otros muchos autores de los que hablaré más adelante; muchas y muy variadas reflexiones sobre literatura y, sobre todo, sobre sus problemas para escribir, sobre los que también  volveré luego; pocas pero jugosas y duras críticas a determinados políticos (por cierto, creo que no siempre todas justas); finalmente, alusiones casi permanentes a los estragos que causa el paso del tiempo y a su sensación de envejecimiento.

Hasta aquí un resumen de los principales temas que aborda en estos Diarios. Ni que decir tiene que están magníficamente escritos aunque insista varias veces en que escribe “a vuelapluma”, pero también reconoce que luego los pule y corrige por si fueran a publicarse algún día.

Chirbes y yo nacimos en el mismo año por lo que no es de extrañar que haya bastantes cosas que pueda compartir con él. Desde luego su visión del paso del tiempo que, aunque la encuentro demasiado pesimista y un tanto exagerada teniendo en cuenta que escribe  cuando tiene 56 años, sí que da en el clavo en determinadas aptitudes y comportamientos que son propios de una edad. Así, por ejemplo, esta reflexión sobre la memoria con la que me identifico al cien por cien:

 

“Metido en una historia de los papas de Avignon. Mi pasión por esos libros de historia, que me enseñan tanto mientras los tengo entre las manos, y que me dan la sensación de que domino el mundo, pero que olvido al día siguiente de haberlos leído”. (p. 598)

 (Hay que tener en cuenta aunque me he ganado la vida como profesor de historia sé muy bien de lo que habla).

También he encontrado mucha coincidencia con bastantes de las lecturas que comenta y, en la mayoría de los casos, compartiendo sus opiniones. Así, entre otros, escritores como Chaves Nogales, Stefan Zweig, Alberto Méndez, Jonathan Littell, Vasili Aksiónov (aquí no comparto su dura crítica), Serguéi Dotlátov, Irène Némirovsky o Margarete Buber-Neuman a la que he dejado para el final porque hay un fragmento que quisiera reproducir:

 “(…) Llevo ya cuatrocientas páginas del (libro) de Buber-Neumann y no consigo conmoverme con toda la cantidad de sufrimiento que describe, y esa falta de emoción ante lo que se supone que es el sufrimiento ajeno me hace sentirme mal, incluso culpable. ¿Solo la sobrecarga de lecturas sobre el mismo tema?, ¿es eso lo que me ha convertido en un galápago? Intento ponerme en el lugar de esas mujeres para despertar mi compasión, pero no lo consigo. Buen tema para la reflexión: pensar en si le ocurre algo al libro o si me ocurre algo a mí.” (p. 158-159)

Ese “o me ocurre algo a mí” es lo que pienso de forma recurrente tras algunas de mis lecturas. Ver cómo a un maestro como Chirbes le pasa lo mismo me deja algo más tranquilo.

Para no alargar demasiado el comentario de un libro del que se puede escribir mucho, terminaré con alguna de sus múltiples alusiones al tema de la escritura. En ese tiempo estaba enfrascado en la que luego será quizás su libro más exitoso, Crematorio, pero todo lo que se trasluce en esos dos años es el sufrimiento que le provoca el hecho de escribir, la sensación de lo difícil que le resulta y de lo mal que lo hace en comparación con todo lo que lee. Algunos fragmentos sobre este aspecto:

 “Si he hecho algo de interés en la vida, ha sido tras un esfuerzo desmesurado, nunca una frase me ha surgido con naturalidad, siempre ha sido fruto de cortar, cambiar de posición las palabras, reelaborar una y otra vez (…)” (p. 551)

 “En vez de practicar esta odiosa escritura automática, pararte a pensar, redactar en un papel aparte, y poner aquí solo lo que la reflexión ha madurado. Serían muy distintos estos cuadernos. Sin duda; pero, sobre todo, sería muy diferente yo.” (p. 343) (Aquí se refiere a los cuadernos en los que escribe estos diarios)

 Y para terminar una opinión que deberían tomar en consideración muchos escritores convertidos en “opinadores”:

 “Los escritores debemos hablar menos y escribir más, y cuando nos pregunten nuestra opinión en la radio, en la televisión o en el periódico, pedir a quien nos la pregunta que se lean nuestros libros: ese es exactamente nuestro pensamiento, ahí están nuestras opiniones.” (p.34)

Solo queda recomendar fervientemente este magnífico libro que por momentos emociona, en otros te lleva a reflexionar, también te muestra libros y películas que no conoces y que te gustaría conocer y, en definitiva, en el que vemos a un ser humano bastante complejo en alguna de sus facetas (evidentemente no en todas pues, como advierte más de una vez, apenas roza los temas más personales e íntimos).

Una advertencia final, no hace falta conocer la obra de Chirbes para disfrutar estos diarios aunque si se conoce creo que se disfrutan más.

 

Rafael Chirbes, Diarios. A ratos perdidos 3 y 4.

 

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