viernes, 5 de mayo de 2023

El inicio de un tríptico


Lo primero que tengo que decir es que he leído este libro porque es el inicio de un tríptico del que me interesa Boulder, la segunda entrega, un libro del que he oído tantos elogios que me da miedo leerlo por si sufro una decepción. De hecho lo he tenido en la mano varias veces en la librería y no ha sido hasta hace unos días cuando me decidí y aproveché para comprar también el que ahora comento. Así pues, puedo decir que en principio se trataría de una lectura “instrumental”.

Me ha gustado y me ha interesado aunque no le haya visto algunas de las virtudes que aparecen en los fragmentos que la editorial reproduce en la solapa.

El libro recoge, en forma de monólogo interior o de fragmentos de diario, las impresiones y reacciones de una mujer joven en diferentes momentos de su vida, tanto de la actual como de su adolescencia e incluso la pre-adolescencia. Unos momentos en los que aparece a menudo cierta tendencia suicida (de hecho el libro comienza con uno de ellos) que no he terminado de entender porque no me parece que responda a lo que nos va contando. Tendencias que, por otra parte, cada vez va elucubrando con una forma diferente de practicarlo: desde una azotea, con pastillas, ante un tren o con una Gillette.

Es una novela corta, apenas 132 páginas, dividida en 38 capítulos también muy cortos lo que le da pie a hablar de muchas cosas: la relación con la madre (¡cuántas novelas escritas por mujeres he leído en los últimos tiempos en los que tratan esta relación y casi siempre con tintes oscuros!), con la hermana o con su amante francesa (en este caso con escenas de sexo muy bien tratadas). También, su trabajo de au pair en Escocia o de profesora de español en Bruselas. Cierta hipocondría por la aparición de un lunar en el abdomen o la confesión de que es una mentirosa.

En definitiva, momentos, retazos de una vida que no siempre encuentro que estén bien articulados en la narración aunque, eso sí, me han mantenido muy atento a todo lo que me contaba. Tiene también a veces sentido del humor aunque este sea más bien negro.

Por otra parte, el libro está bien escrito aunque seguramente hubiera sido mejor leerlo en catalán. En este sentido me ha sorprendido en la traducción ver un “recién” típicamente argentino en unas frases que dice la madre.

En todo caso es un libro que se lee con interés y con gusto.

Para una información más completa recomiendo la estupenda, y muy favorable,  reseña de Marc Peig en unlibroaldia.blogspot.com.

 

Eva Baltasar, Permafrost. Traducción Nicole d’Amonville Alegría.

 

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