martes, 16 de mayo de 2023

Otro registro de un gran escritor



Vaya por delante mi escaso interés por este tipo de procesos. No seguí el de los atentados de Atocha ni tampoco el que se produjo contra los independentistas catalanes más allá de las informaciones generales de algunos noticiarios, y ello  a pesar de que ambos procesos coparon la información durante meses. Sin embargo, cuando vi este libro de Carrère me lancé hacia él a pesar de que vi de qué se trataba. Sí, lo reconozco, soy un auténtico seguidor fanático de este escritor del que solo un libro, El Reino, me ha defraudado y del que he leído prácticamente todo desde que lo conocí por su libro El adversario.

De los fragmentos de diferentes críticas que la editorial reproduce en la contraportada me quedo con esta de Marc Bassets en El País:

 

“V13 es puro Carrère: el ritmo trepidante, la claridad expositiva, la exploración sin red de los recovecos humanos… Un esfuerzo notorio por ponerse en el lugar del otro. Pese a lo dramático del proceso, hay pocos sentimientos siniestros y mucha humanidad. Y trascendencia”.


La verdad es que es difícil decirlo mejor y con menos palabras. En este fragmento está todo lo que es esta extraordinaria crónica del juicio sobre los atentados en París de 2015 el principal de los cuales se produjo en la sala Bataclan. Un juicio en el que los inculpados fueron todos protagonistas secundarios ya que los principales murieron en el momento de los hechos.

El juicio se llevó a cabo durante nueve meses entre septiembre de 2021 y junio de 2022 y a él asistió el autor como cronista de L’Obs, unas crónicas limitadas a algo menos de 8.000 palabras y que son el origen de este libro que parte de ellas aunque ampliando algunos aspectos de forma que, como el propio Carrère comenta, ha ocupado un tercio más de espacio que los originales.

El libro se divide en tres grandes apartados: Las víctimas, Los acusados, El Tribunal. Estos enunciados ilustran perfectamente el contenido fundamental de cada parte.

Carrère da la palabra tanto a víctimas, como a acusados, abogados civiles (como llaman en Francia a los abogados de la acusación particular), abogados de la defensa y fiscales, pero, además, y sobre todo, cuenta cosas de la vida tanto de algunas víctimas como de algunos acusados y es aquí donde se puede percibir mejor esa “exploración de los recovecos humanos”  y la “mucha humanidad” que menciona Bassets.

Hay momentos impactantes pues, aunque no se regodea en ellos, sí que reproduce algunos fragmentos de declaraciones de víctimas que son difíciles de leer, como por ejemplo la siguiente:

 

“Percibí que la mejilla se me había desgajado entera y me colgaba por la cara. Metí la mano derecha dentro de la boca para recoger los dientes y evitar tragármelos, porque, si no, corría el riesgo de toser y llamar la atención de los terroristas” (Gaëlle)

 

Este apartado que tiene como protagonista a las víctimas es bastante sobrecogedor por lo que narra y por cómo lo hace. No en vano ya al final del libro comenta que nunca estuvo tentado de marcharse de la sala y que el juicio fue: “(…) una experiencia única de espanto, de piedad, de proximidad, de presencia. Tardé en darme cuenta de que la sala de juicio se parece a una iglesia moderna y de que en ella se ha celebrado algo sagrado”. (p. 250)

 

Hay también interesantes reflexiones en las que intenta comprender lo que ha pasado, el porqué ha pasado e, incluso, el contexto de los acusados y sus referencias a lo sucedido en Irak o en Siria.

Algo que me ha resultado muy curioso es el espacio que dedica a hablar del dinero del juicio, de la parte dedicada a indemnizaciones y de la dedicada a los abogados.

Para terminar he de reconocer que me ha resultado difícil seguir la trama en varias ocasiones. Me he perdido más de una vez con los nombres árabes, pero no importa porque no pretendía conocer a fondo lo sucedido sino disfrutar de la narración de un escritor que me parece un verdadero mago.

Evidentemente es un libro que recomiendo más allá del interés que pueda suscitar el tema.

 Emmanuel Carrère, V13 Crónica judicial. Traducción Jaime Zulaika.

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