martes, 4 de junio de 2024

Hablando de todo



Tengo que reconocer desde el principio que si me compré este libro fue por el morbo que me suscitaba el hecho de que, decían, se metía con todo el mundo.  A Boyero le conozco poco.  A veces le escucho en la SER hablando de cine y creo que las críticas que he leído suyas se pueden contar con los dedos de dos manos. Es un personaje que unas veces me cae bien y en otros momentos, bien porque quiere epatar o simplemente porque es así, no.

El libro es difícil de clasificar pues no se trata exactamente de unas memorias, aunque tiene referencias a muchos momentos y aspectos de su vida, y tampoco es una autobiografía, aunque habla permanentemente de sí mismo.

Quizá se entienda mejor de qué se trata reproduciendo la relación de los temas que componen los veinticinco capítulos en los que está dividido el libro. Estos son: Cine, Almodóvar, televisión, periodismo, libros, música, fútbol, política, tecnología, viajes, ropa, alcohol y drogas, amor y sexo, amistad, niños, Salamanca, Madrid, San Sebastián, casa, enfermedades del alma y del cuerpo, ego, fama, vejez y muerte.

Como se puede apreciar, lo que ha hecho el autor es contar y/o decir lo que piensa de los distintos aspectos que forman su vida, esto es, qué libros lee o qué películas le gustan, cómo han sido sus relaciones amorosas o qué le ha significado la fama, por mencionar solo alguno de ellos.

Hablaba antes del morbo. En este sentido ha sido un tanto decepcionante. Sí, efectivamente, da algunos nombres como, por ejemplo, Juan Cruz o Pedro Sánchez, de personas que le caen muy mal, pero por lo general amaga más que da. Bueno, claro, si exceptuamos a las feministas que son su verdadero objeto de rechazo en varios momentos del texto.

Tengo con Boyero muchas coincidencias en sus gustos cinematográficos y, sobre todo, literarios a pesar de que parece que se ha olvidado de que también hay escritoras. Y desde luego me ha ganado totalmente cuando he leído lo siguiente:

“Y si hablamos de pianos, el de Bill Evans está por encima de todos los demás, qué delicadeza, qué sonoridad, es imposible imitarle. Me produce una pura sensación de belleza”. (p 79)

Alguien que habla así de Evans demuestra que al menos es una persona sensible.

En política se declara libertario creo que dándole el sentido que tenía hace tiempo, porque hoy es muy distinto. En el fondo lo que quiere decir es que le gusta hacer lo que le da la gana, es decir, que tiene más que ver con libertino.

En otros temas reconoce su total inutilidad. Por un lado, dice que es incapaz de cocinar nada y, por otro, de manejar el más básico instrumento digital (me imagino que al margen de un televisor). Pienso que en el mejor de los casos hay mucho de pose, y en el peor de “consentido”. Además, manifiesta una total dependencia alguien que dice creer sobre todo en la libertad.

Para terminar quiero hacer referencia a una cierta contradicción en la que incurre cuando trata el tema de los abusos en el cine a raíz de los casos conocidos en Estados Unidos. 

””¿Y para qué me sirve a mí el poder? Pues me sirve para follarme a quien quiera o pueda” Qué tristeza, el abuso. La corrupción. Pero también el “Yo te doy si tú me das”” (p. 137)

(Esto sería lo que podría pensar cualquiera con poder).

Ese intercambio final que deja abierto de sexo por trabajo (dinero) es contradictorio con alguien que una de las cosas que ha contado es lo mucho que le gustaba ir con prostitutas.

En fin, un libro que resulta muy entretenido. Una lectura en la que en unos momentos te diviertes, en otros sientes un rechazo total por lo que lees y en otros intentas comprender por qué dice lo que dice.

Y contestando al título, se explica o, mejor, se le entiende, bastante bien. De hecho tiene muchas coincidencias con otros personajes conocidos de su generación que, por cierto, es  también la mía.

 

Carlos Boyero, No sé si me explico.

 

 

 

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