viernes, 22 de enero de 2021

Algo decepcionado


Lo primero que tengo que decir es que compré este libro con mucha ilusión por dos motivos: se trataba de la experiencia en un campo australiano de retención de inmigrantes y su autor era un intelectual kurdo, pueblo por el que siento desde hace tiempo gran simpatía dado el abandono que ha sufrido y sigue sufriendo por parte de la “comunidad internacional”.

Además, había visto no hace mucho una serie australiana, Desplazados, que se desarrolla precisamente en uno de estos campos y que era bastante crítica con lo que en ellos sucede.

Por si esto no fuera suficiente, el tema de los campos de detención, trabajo, concentración o exterminio, es uno de los que ha aparecido en la serie en el blog que titulo: “Mis temas recurrentes”. Esto quiere decir que es algo que me ha interesado desde hace muchos años y del que, por lo tanto, he leído bastantes libros que abarcan desde las experiencias en los campos nazis (Primo Levy en primer lugar, pero también muchos otros y otras) hasta las que tuvieron lugar por la represión estalinista (Varlam Shalámov a la cabeza con la memorable serie de Relatos de Kolimá, pero también las impactantes historias de Evgenia Ginzburg o Anna Larina). Estas historias parecen lejanas ya en el tiempo, pero más cercanas a la época del libro de Boochani están, por ejemplo, los libros de Ritry Panh y Denise Affonço sobre los campos de los jemeres rojos camboyanos o el de la evasión de Shin Dong-hyuk de un campo de trabajo de Corea del Norte.

Todo esto viene a cuento no para demostrar ningún tipo de erudición, ni de conocimiento, sino para significar que, desgraciadamente, estoy curado de espanto, que he visto reflejado en esos libros lo peor del comportamiento humano y que, por tanto, no es fácil que me sorprendan y/o emocionen cosas que pasan en ese tipo de situaciones.

Y ahora, entrando ya en materia sobre el libro de Boochani, tengo que decir que con esos antecedentes su narración de la experiencia en el campo de la isla de Manus, un campo en el que se interna a los que intentan entrar ilegalmente en Australia, no me ha llegado. En ello puede haber influido también otro factor: que no haya entendido bien el sentido de muchas de las cosas que en él se narran. Dice Omid Tofighian, el traductor del farsi al inglés, en unas  “reflexiones del traductor” al final del libro:

“Más que calificar su estilo de “historia de un refugiado” o de “memorias de un refugiado”, el libro se ha de ubicar en otras tradiciones: la literatura filosófica clandestina, la narrativa carcelaria, la ficción filosófica, la literatura disidente australiana, el arte político iraní, la literatura transnacional, la narrativa descolonial y la tradición literaria kurda”. (p. 376)

Y un poco antes califica el texto de “surrealismo horrífico”. Por todo ello creo que una de las cosas que me ha sucedido es que no he terminado de entender el sentido de muchas de las cosas que se cuentan y la forma en que se hace. En este sentido, el libro está plagado de poemas -el autor es también un reconocido poeta- y en la mayoría lo que se hace es poner en esa forma lo mismo que se acaba de contar en forma de prosa.

Hay, no obstante, momentos muy interesantes por su intensidad y novedad como son, por ejemplo, los traslados en camión, barco y buque de guerra hasta llegar al campo de internamiento, o las referencias a las colas que se forman en esta tanto para la comida y el teléfono con los “listos” que siempre hay en estos casos, pero junto a ello hay otros momentos de los que no he terminado de entender su función en el libro.

Por todo lo dicho, me parece un libro muy irregular que puede resultar interesante y hasta emocionante, pero que al mismo tiempo también puede ser un tanto pesado y monótono.

Mención aparte merecen los dos textos del traductor del farsi al inglés (idioma del que, por cierto, se ha traducido al castellano). No sé si por su carácter de “filósofo profesor universitario” o por un problema de la traducción al castellano, pero me han resultado en muchos momentos totalmente ilegibles y muy difíciles de comprender; hay párrafos enteros que he leído más de una vez sin ser capaz de saber lo que me quería decir. Eso sí, es meritoria su labor porque ha colaborado con el autor en la elaboración final del libro.

Al margen de estos comentarios, reproduzco un fragmento en el que habla del periodismo, uno de los temas que ahora más me preocupan, en una línea muy acertada:

“Los periodistas lo preguntan todo. Siempre andan buscando acontecimientos horribles. Se alimentan de guerra, de sucesos desgraciados, de las calamidades de la gente. Recuerdo que, cuando trabajaba para un periódico, me activaba en cuanto oía la noticia de un golpe de Estado, o una revolución o un acto terrorista, pongamos por ejemplo. Me ponía a trabajar fervientemente y me desvivía como un buitre por ese tipo de investigación; al mismo tiempo, satisfacía las ansias de la gente”. (p. 122) 

Como se ve en la portada, el libro ha obtenido numerosos premios en Australia por lo que tiendo a pensar que si no me ha gustado demasiado debe de ser más por un problema mío.

Hay una muy buena y completa reseña de Marc Peig en unlibroaldia.com, en la que da una visión mucho más favorable del libro,

 

Behrouz Boochani, Sin más amigos que las montañas. Traducción Juan-Fco. Silvente

 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario