martes, 25 de febrero de 2014

Otro viaje al horror


 
Este impresionante libro se compone de dos partes bien diferenciadas. En la primera se publica el texto que Rajchman escribió sobre su estancia en Treblinka un poco después de los acontecimientos narrados, pero que solo se publicó tras su muerte en 2004, por su expreso deseo. En la segunda se reproduce como Epílogo un texto de Vasili Grossman escrito en 1958 sobre el mismo campo de exterminio.
Estoy muy acostumbrado a leer textos sobre el holocausto y sobre los campos de concentración. No parece que vaya a encontrar visiones diferentes y, sin embargo, en Rajchman por su manera de contar las cosas sí que la encuentro. Visión totalmente  descriptiva y al mismo tiempo absolutamente descarnada, sin ahorrar trabajos espeluznantes, pero eso sí, sin hablar demasiado de los sufrimientos de los prisioneros que, de alguna manera, se dan por sobrentendidos dadas las tareas que tenían que realizar. He sido capaz de leerlo sin descanso y sin tener que cerrarlo porque es tal la brutalidad de lo que se cuenta que termina uno anestesiándose para no sufrir.
El texto de Grossman, basado en entrevistas que tuvo con prisioneros de Treblinka, me parece de lo mejor que he leído sobre los campos. Realiza una gran síntesis y pone el dedo en bastantes llagas, aunque creo que no está del todo acertado en las tres afirmaciones que hace sobre el nazismo y el “carácter” alemán de las que entresaco la siguiente:
 
 “(…) reptiles nacidos del germen del chovinismo tradicional alemán, de la altivez, el amor propio, la vanidosa confianza en sí mismo, la pedante preocupación babosa por su propio nido y la férrea y fría indiferencia por la suerte de todo lo vivo, procedente de la fe bestial y estúpida de que la ciencia alemana, la poesía, el idioma, el césped, los váteres, el cielo, la cerveza, las casas, son los más altos y los más hermosos de todo el universo. Los vicios y los terribles crímenes cometidos por estas gentes tuvieron su origen en las taras del carácter nacional alemán”.
 
Hay también una reflexión del mismo Grossman que me parece especialmente interesante y con la que estoy no solo de acuerdo sino que, en la medida de lo posible, intento llevarla a mi práctica:
 
 “La mera lectura de estas cosas es terriblemente dura. Pero que el lector me crea: no es menos duro escribirlas. Es posible que alguien pregunte: “¿Para qué escribir, para qué recordar todo esto?”
El deber del escritor es el de contar la espantosa verdad, y el deber ciudadano del  lector es conocerla. Todo aquel que vuelve la cabeza, que cierra los ojos y pasa de largo ofende la memoria de los caídos.”
 
Un libro absolutamente imprescindible para quien no conociendo demasiado el tema esté interesado en él. En pocas páginas se puede enterar en forma muy detallada cómo funcionaba el exterminio. También muy recomendable para los lectores habituales de este ya casi un género, porque es verdaderamente distinto y también porque es un forma de rendir un tributo al autor.
 
Chil Rajchman, Treblinka. Epílogo de Vasili Grossman

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