martes, 31 de marzo de 2015

Memorias del exceso




 

Memorias de una vida plagada de excesos hasta más o menos los años noventa cuando Dan, después de arruinarse por enésima vez y con 47 años,  vuelve a casa de su madre donde al fin encontrará una cierta paz y comenzará su carrera de escritor siguiendo los pasos de su padre.
Duras de leer en bastantes momentos pero tiernas en otros, estas memorias nos muestran hasta dónde puede destruir a una persona el alcohol. De hecho, las tres desintoxicaciones que cuenta me han parecido lo más duro de leer. Consistían en alquilar una habitación de hotel y recluirse en ella sin más compañía que una pocas bolsas de Fritos y el agua del grifo; así pasaba una semana hasta que el mono desaparecía tras las convulsiones, pesadillas y visiones horribles (serpientes, cucarachas, cualquier tipo de bicho) correspondientes.(La lectura de esas páginas me han traído a la memoria imágenes de esa gran película sobre el alcoholismo que es Días de vino y rosas). Eso sí, pasado un cierto tiempo volvía a la bebida. Comenta al principio, en lo que es seguramente una exageración, que su primera borrachera la cogió a los cuatro años tras beberse dos botellas de cervezas que habían dejado a su alcance. También cuenta al principio cómo su hermano pequeño se negó a hablar hasta que tuvo siete años. Una familia, pues, un tanto especial.
El libro está escrito con una gran capacidad narrativa, sin pausas, sin grandes descripciones, yendo al grano y contando muy bien sus diferentes trabajos, mujeres y, claro, por encima de todo, su relación con la bebida y el sexo. Tampoco tiene ningún pudor en relatar determinadas experiencias.
Adereza también el texto con alguna anécdota graciosa como por ejemplo un par de ellas con el escritor William Saroyan. Las páginas que dedica a su trabajo como teleoperador me parecen de lo mejor de un libro en el que todo merece la pena.
Como admirador de la obra de su padre, John Fante, al que lógicamente dedica bastantes páginas del libro, me han gustado particularmente los dos fragmentos que pongo a continuación: el primero por ser una espléndida síntesis y el segundo por su reconocimiento del padre después de una relación bastante tortuosa:
 
“Aquello era el mejor John Fante: ironía y humor agridulce, todo ello en una prosa sobria y de lectura sencilla” (p.262)
 
“Mi padre, el hombre al que más quise en el mundo, que se negó a rebajarse ante nadie, el hombre que me había mostrado con el ejemplo lo que era un verdadero artista, se había ido. Después de treinta accidentados años, habíamos logrado establecer una relación de afecto entre padre e hijo. El regalo que me hizo John Fante fue su ambición, su brillantez y su corazón puro de escritor. Se había iniciado en la vida con un padre borracho que se aborrecía a sí mismo, y había salido del infierno de la pobreza y la discriminación.(…) John Fante era mi héroe.” (p.362)
 
También, y como ejemplo del tipo de vida de Dan  podría servir el siguiente fragmento: 
 
 “En el trabajo el problema era yo. Bebía poco menos que de continuo, y me cagaba o me meaba en la cama al menos dos veces por semana. Tenía episodios de pérdida de memoria. Era incapaz de controlar mi genio mientras dirigía la empresa durante el día, y a veces gritaba a los clientes por teléfono.” (p.309)
 
Así pues, un libro muy recomendable para cualquiera e ineludible para los seguidores de John Fante.
 
Dan Fante, Fante. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia

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