viernes, 15 de febrero de 2019

Un escritor polémico






No es el primer libro que leo del autor ya que leí hace quince años su librito Lanzarote del que no recuerdo ni siquiera la impresión que me causó. Sin embargo, conozco algo de su obra sobre todo por las polémicas que suelen suscitar. En este sentido creo que Sumisión, que acabo de comprar y leeré próximamente, se lleva la palma. También tengo la impresión de que esta que hoy comento generará más de un debate.
Me resulta complicado expresar lo que me ha parecido Serotonina porque a ratos me ha parecido espléndida, en otros casi insoportable y a partir de un determinado momento, sobre todo en el tramo final, tenía ganas de que acabase. Es decir, he tenido sensaciones muy encontradas y no fáciles de explicar.
Quizá tenga que ver con alguna de las cosas que Alberto Olmos comenta en su magnífica reseña para elconfidencial.com:



“(…) el que quizá es su libro más decepcionante, 'Serotonina', que yo creo que ha escrito para ver cuánto podemos aguantarle. Y me da que a Houellebecq podemos aguantarle todo.
(…)
Pero aquí Houllebecq presenta dos flaquezas. Una es la condición deshuesada de su novela, (…). No hay, en fin, hilo o itinerario dramático: 'Serotonina' casi puede leerse abriéndola por cualquier sitio y saltando al azar de una secuencia a otra. De esta falta de una idea-fuerza (como la que armaba tan diligentemente 'Sumisión'), deriva la segunda debilidad del libro: que está hecho de trozos, parcheada, sin tacto alguno para las transiciones y con enorme autocomplacencia a la hora de incluir informaciones irrelevantes y excursos turísticos (en el libro se viaja mucho).



Y es que, efectivamente, la gran cantidad de digresiones que hay sobre todo en la primera mitad hacen que el lector no sepa muy bien cuál es el objetivo y el sentido de la historia de ese personaje protagonista tan perdido, solitario, incapaz de mantener relaciones afectivas duraderas y, al mismo tiempo, tan predispuesto a la crítica mordaz y a no dejar títere con cabeza. Así, arremete contra: ingleses, holandeses, consejeros de agricultura, camareros en restaurantes modernos, burgueses ecorresponsables, ecologistas, sectas cristianas o, en otro orden de cosas, la limitación de velocidad en las autopistas, la prohibición de fumar en los hoteles, el tiro deportivo, las granjas de gallinas, la socialdemocracia y un largo etcétera.
Un protagonista un tanto misántropo:



“Al cabo de dos minutos caí en la cuenta de que hablar me cansaba aún más que escuchar, eran las relaciones humanas en general las que me planteaban un problema…” (p. 108)



Alguien que toma antidepresivos que le permiten momentos de calma en los que reflexiona así:



“Desprovisto tanto de deseos como de razones para vivir (¿eran equivalentes los dos términos?; la cuestión era difícil, no tenía una opinión bien formada al respecto), mantenía la desesperación a un nivel aceptable, se puede vivir desesperado, e incluso la mayoría de la gente vive así, no obstante de vez en cuando se pregunta si puede concederse una bocanada de esperanza, bueno, se lo pregunta antes de responder negativamente. Sin embargo, persevera, y se trata de un espectáculo impactante.” (p. 192)



Lorena G. Maldonado resume así su idea del libro en la reseña para elespanol.com que, no por casualidad, titula Las 20 reflexiones más machistas:



“ (…) es un libro cruel, obsesivo, descuajado, errante, misógino y empapado de prejuicios, encabezado por un protagonista miserable pero honesto en el análisis de su decadencia y, por ello, desternillante a ratos y tierno cuando se descuida.”
(Más adelante reproduce esas 20 reflexiones)



En este escrito la autora recomienda  no plantearse si lo que se dice en el libro sobre muchos temas, especialmente en las múltiples referencias sexuales, es lo que opina Houellebecq o, sin embargo, es una forma de reírse y criticar al supuesto hombre moderno. Tengo que reconocer  que no resulta fácil evitar pensar que se trata de la opinión del escritor quizá llevado por ese carácter de polemista que le acompaña y el placer que le debe de producir epatar. A mí desde luego me han resultado desagradables  escenas como la práctica del bestialismo por una de sus “novias” o las del pederasta alemán,  así como esa insistencia en el tema de las mamadas, sea cual sea el motivo por el que lo hace.
Un libro que, como se puede apreciar, da para mucho y que debe de estar en la línea habitual de este escritor que tanto éxito tiene en su país y fuera (hacía tiempo que no veía tantas reseñas y comentarios en los medios españoles sobre un libro, además,  de tan reciente publicación).
Además de las ya citadas, merece la pena la completísima reseña, muy favorable al libro, de Manuel Hidalgo en elcultural.com.


Michel Houellebecq, Serotonina. Traducción Jaime Zulaika.

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