jueves, 11 de abril de 2019

Perro ¿come? perro




No he comprado ni una sola vez en mi vida El Mundo. Apenas en dos o tres ocasiones he ojeado en un bar la edición de Baleares. Hasta hace un par de días, y precisamente buscando alguna información a partir de la lectura de este libro, no había entrado en la edición digital. Es un periódico por el que siempre he sentido una gran antipatía seguramente, entre otras cosas,  a causa de su creador y director durante tantos años Pedro José Ramírez. Sin embargo, mi interés por el periodismo es superior a mi rechazo de este medio y por eso he comprado y leído este libro. También ha influido el hecho de que se vende como una muestra de las diferentes presiones que reciben los medios tanto del poder político como del económico algo que, además, se está poniendo de manifiesto estos días con el asunto del móvil de la ayudante de Pablo Iglesias y de la participación de las llamadas cloacas del estado y los periodistas que están a su servicio.
Entrando ya en el contenido del libro tengo que decir que en parte me ha interesado y en parte también me ha defraudado.
Jiménez, al margen de las razones que le hayan llevado a escribirlo, se compromete en muchos momentos cuando por ejemplo afirma lo siguiente: 

“(…) toda una generación de supuestos periodistas de investigación había prosperado comprando un material que sabían averiado, en un juego de favores donde la verdad era un incordio prescindible.” (p. 58) 

Acaba de terminar una reunión con Villarejo y, siguiendo con sus palabras: “Había recibido una primera pincelada de cómo funcionaban Las Cloacas y la forma en la que habían contaminado el trabajo de la prensa en España.“

De una forma más general afirma también:

“El sistema estaba perfectamente engrasado y dependía de que ninguna pieza se moviera del lugar donde había sido colocada. El poder económico protegía al poder político. El poder político protegía al poder económico. La prensa protegía al poder económico.” (p. 121)

Es decir, pone negro sobre blanco lo que tanta gente sabe y comenta y lo que me ha llevado a expresar tantas veces en el blog la importancia que tiene la “batalla” mediática. Ni que decir tiene que estos días el tema está al rojo vivo (y no me refiero al conocido programa de la televisión, que también).
En esta línea Jiménez hace referencia al ya muy conocido papel de Soraya Sáez de Santamaría en el grupo Prisa; a la multitud de periodistas en “nómina” de empresas para evitar informaciones negativas; a los llamados “Acuerdos” entre empresas y medios con el mismo objetivo; al papel de algunos periodistas, cita el caso de Marhuenda y su omnipresencia en los medios; a las peticiones de Jorge Fernández Díaz y lo que ofrecía a cambio; etc. Pero todo esto, y más cosas que cuenta,  ha salido publicado y/o sido comentado en bastantes medios. Quizá lo interesante es verlo todo junto y reconocido abiertamente por el director de un medio bastante implicado en muchos de estas actividades.
Como decía antes, también hay una parte que me ha defraudado o, por decirlo con más precisión, cuyo interés me ha resultado inferior. Me refiero a todo lo que algunos han llamado el cotilleo sobre los entresijos del diario. El tema de cómo funciona por dentro un medio sí me parece muy interesante, el problema es que en este libro hay más intrigas que informaciones relevantes y, además, con el agravante de que al utilizar pseudónimos -La Digna, El Cardenal, El Dos, Woodward, El Señorito, El Secretario,…-, a quienes no conocemos ese medio nos cuesta saber de quién se trata y, por lo tanto, ponerles cara y poder saber qué dicen o escriben. Yo lo he logrado con alguno y he de decir que me ha sorprendido algunas de las cosas que dice, por ejemplo,  de Lucía Méndez quien, por cierto, creo que fue la primera en poner un tuit quejándose del contenido del libro. Luego han salido otros en la misma dirección (claro que, al menos los que yo he visto, son de periodistas que siguen trabajando en el diario en el que, desde luego, habrá bastantes a los que no habrá gustado el libro pues no salen precisamente bien parados).
Una afirmación que resume muy bien la idea de Jiménez que transita por todo el texto sería:

“Solo éramos relevantes para el establishment de la capital, en parte porque llevábamos décadas escribiendo sobre y para él. Y porque formábamos, aunque no quisiéramos reconocerlo, parte de él.” (p. 225)

Esta pertenencia es uno de los grandes males del periodismo en este país.
Al margen de todo lo ya dicho, me ha gustado la autocrítica que hace por el tratamiento dado en el caso de Victoria Rosell o el reconocimiento de cómo se fusilan contenidos de diarios extranjeros y me ha gustado bastante menos el capítulo dedicado al rey y, sobre todo, a la reina en los que aprecio un cierto “pelotilleo”.
En resumen, un libro un tanto irregular en el interés que despierta, aunque imagino que hará pasar muy buenos ratos a sus compañeros de profesión que, seguro,  habrán acudido en masa a comprarlo. También será útil para los lectores habituales del diario.
Una duda que queda al final del libro es la razón que habrá llevado a Jiménez a escribir un libro así: ¿denunciar comportamientos espurios en la profesión? ¿ajustar cuentas con algunos de los que mandan en el periódico? ¿venganza por algunas intrigas contra él?¿hacer caja?  
Conociendo el percal la verdad es que esperaba haber encontrado más reseñas y críticas en los medios. Dejo constancia de algunas: Juan Diego Madueño hace una crítica bastante dura en elespanol.com (casualmente el digital creado y dirigido por Pedro José Ramírez); José Precedo hace una interesante entrevista al autor en eldiario.es y Alba Precedo comenta en infolibre.es los aspectos más sobresalientes e impactantes del libro y, además, incluye los principales tuits que se cruzaron en los primeros momentos; merece la pena.

David Jiménez, El director. Secretos e intrigas de la prensa narrados por el exdirector de El Mundo

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