domingo, 8 de mayo de 2022

Un libro con recuerdos personales




                                               (Feria del Libro, 1953)

Este es un libro que nunca hubiese leído porque, simplemente, no lo habría llegado a conocer. En las librerías que frecuento no suelen tener este tipo de literatura más propia de las grandes superficies, sin que con ello quiera hacer ningún tipo de valoración sobre ella. Cada género tiene su público y es bueno que así sea.

Sin embargo, una amiga de Madrid que conoce la historia de mi madre me habló de él y, claro, tardé muy poco en comprarlo e inmediatamente leerlo. El porqué de todo esto se explica por el siguiente diálogo:

 “- ¡Tienes razón! – lo dijo sonriendo, Perico es un hombre afable-. Escribías cuando llegó tu hermana. ¿Cuánto te queda para terminar la novela?

- Ya casi está.

- Deberías tomarlo con más calma. ¿No has trabajado ya lo suficiente? Últimamente te noto cansada. Y hoy no vino Maruja.

- A Maruja, su secretaria, lleva años dictándole los textos de sus novelas. Siempre lo hace así y ha tenido la suerte de volver a contar con ella después de siete años sin escribir”. (p. 67)

Esta Maruja, de apellido Bacaicoa, no es otra que mi madre que fue, efectivamente, colaboradora de Carmen de Icaza en sus diferentes destinos, tanto en Auxilio Social como en la Secretaría de Propaganda, pero que sobre todo fue su secretaria, la que tomaba en taquigrafía las novelas que Carmen le dictaba y que luego mecanografiaba para que las pudiera corregir y pulir.

Así que lo primero que debo hacer es agradecer a Mari Pau Domínguez que haya tenido el detalle de mencionarla en un libro que tiene como protagonista a la novelista. Carmen fue muy famosa y muy leída sobre todo en los años cuarenta y cincuenta. Sus libros, en lo fundamental adscritos a la novela rosa, eran muy útiles en esa sociedad que estaba padeciendo unas condiciones económicas muy duras.

Pero Carmen también había sido importante en otro sentido. Durante la guerra civil y en los primeros cuarenta había visitado Italia y Alemania, países en los que con toda seguridad consiguió importantes ayudas para el bando franquista primero y para el régimen que luego se instauró. Algo aparece en el libro aunque menos de lo que me hubiera gustado ver recogido en él.

El libro hace una especie de catas en tres momentos: en 1925, cuando Carmen se va de casa de su madre con dos de sus hermanos y se pone a trabajar para poder sobrevivir; en el periodo 1935-1940, cuando publica su primera novela, Cristina Guzmán profesora de idiomas, que será un gran éxito y cuando participa en la creación y funcionamiento del Auxilio Social; y 1960 año en el que juega con la presencia en España de Hemingway (que le sirve para establecer una ficticia relación de amistad con la escritora), pero también con la de Ava Gadner y Juan Domingo Perón. Creo que esta parte es lo peor de la novela y cuando de alguna manera se le va de las manos a Domínguez.

Por otra parte, el libro lleva un subtítulo francamente engañoso. Si hay algo “apasionado” en la novela no es la vida de la protagonista sino, en todo caso, la de su hermana Sonsoles o la de Carmen Díez de Rivera, la hija que esta tuvo con Ramón Serrano Suñer y, ya puestos, las de Ava Gadner o Hemingway, pero en ningún caso la de una recatada Carmen de Icaza que se dedicaba a amonestar a su hermana por su comportamiento en unos encuentros que se repiten demasiado en el libro o a ejercer de psicóloga con Hemingway en escenas que también repite la autora en exceso.

Al final, no son muchas las cosas que se acaban conociendo de la escritora a pesar de que el libro tiene 367 páginas. Sí se señala que fue instruida en su casa y no en la escuela aunque no por quién. También se reproducen un par de textos con los que se quiere dejar constancia de su “feminismo” e incluso de su carácter rompedor. Ahora bien esto no casa demasiado con alguien que acudía a los congresos del partido nazi, el de las cuatro K entre otras cosas, o que estaba de acuerdo con el Servicio Social que se impuso en España para las mujeres.

Yo tengo unos recuerdos y una percepción de Carmen ambivalente. Por un lado, le agradezco que le diese a mi madre la oportunidad de un trabajo realmente interesante y que le permitió, además, conocer a mucha gente y asistir a acontecimientos como, por ejemplo, la boda de Fabiola con el rey de Bélgica, a la que acudió en 1960 como secretaria de Carmen que fue para hacer la crónica para la revista Blanco y Negro o, también, a diferentes ediciones de la Feria del Libro. (Dejo constancia de ambos momentos con sendas fotografías). Pero, por otra parte, no puedo olvidar que cuando ya no trabajaba para ella no dejaba de estar a su entera disposición, y que bastaba una llamada y el aviso de que le enviaba el coche para que se acicalase y se fuese a trabajar a su casa de López de Hoyos, todo ello sin más contraprestación que algún obsequio de vez en cuando; casa a la que, por cierto, yo iba de vez en cuando para que viese mi evolución y en la que, muy enseñado y “educado”,  tenía que besar la mano de la ya Baronesa de Claret.

En fin, un libro bastante decepcionante porque incluso es muy poco lo que se dice de su obra, apenas tres o cuatro líneas de los libros que se mencionan, más allá del de Cristina Guzmán del que utiliza fragmentos para abrir cada uno de los 42 capítulos e incluso intercalados dentro de ellos o cerrándolos, en un exceso difícilmente explicable.

En cualquier caso, vuelvo a agradecer a la autora el fragmento reproducido. A mi madre le hubiese hecho mucha ilusión de haberlo leído. (Murió en 2015 tras cumplir 100 años).

La edición cuenta con un interesante archivo fotográfico en el que hay que destacar las fotos en las que aparece uniformada. 

 

Mari Pau Domínguez, No habrá otra primavera. La apasionada vida de Carmen de Icaza.

 

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