miércoles, 12 de octubre de 2022

Inicio de sus memorias



Siguiendo con la lectura desordenada que estoy haciendo de la obra ya traducida de Offutt, le toca el turno al primer libro de los tres que dedica a sus memorias. El tercero lo leí hace menos de dos meses. Además, es sorprendente que sea su segundo libro, publicado inmediatamente después de los relatos recogidos en Kentucky seco, tratándose de un libro de memorias que escribe alguien con 34 años. Pero eso es Offutt: alguien personal y literariamente bastante peculiar.

En esta primera entrega de sus memorias el autor se centra principalmente en dos momentos: por un lado, en su periplo a través de diferentes partes de los Estados Unidos desde que a los diecinueve años se marchó de su casa y, por otra parte, en el proceso de ser padre que se inició cuando a los treinta y pocos conoció a Rita, su mujer. El libro empieza con unas cuantas páginas dedicadas a su infancia y primera juventud en los Apalaches y a partir del momento en que abandona ese lugar va alternando los capítulos entre el periplo mencionado y la historia de su paternidad.

Aparecen muchos aspectos que serán recurrentes en su obra como, por ejemplo, la presencia de la naturaleza (en este caso sobre todo los animales), el sentido del humor o una escritura que huye de las florituras y se centra muy bien en lo que quiere contar utilizando, además, un lenguaje muy adecuado a cada circunstancia.

Hay momentos que resultan especialmente divertidos como: las páginas que dedica a su aprendizaje sexual o a  la búsqueda del embarazo, los tipos estrambóticos que le llevan en auto-stop atravesando el desierto y las lecturas prenatales que hace.

A lo largo del libro encontramos a un personaje decidido, valiente,  capaz de (sobre)vivir con lo mínimo, tierno, emotivo, de buenos sentimientos  y siempre dispuesto a trabajar en lo que le salga ya sea en un circo o como guía turístico en los Everglades.

Un par de fragmentos que pueden ejemplificar alguna de estas cosas:

 

“La gente era abierta con los extraños, quizá porque no veía muchos. En lugar de mirarme con ese ceño fruncido del oeste o con la desconfianza sureña, me identificaban como lo que era: más o menos un tonto de cojones”. (p. 92)

 

“Quería que me hablara, que me lo contara todo. Pronto, lo que había experimentado, aún reciente, quedaría enterrado, solo presente en pesadillas. Nos miramos durante varios minutos, intercambiando información desconocida por el conducto de su visión inicial. Lloré y le canté. Nueve meses de miedos se esfumaron en espiral. Su nacimiento era mi renacimiento. El terror paternal era simple ignorancia. El bebé sabía cuanto tenía que saber”. (p. 251) (Se refiere al momento en el que le ponen a su hijo en los brazos.)

 

Al margen de todo lo dicho quiero reproducir otro fragmento porque recoge una experiencia que yo también tuve, creo que sobre los siete u ocho años, en la Feria del campo de Madrid que se me quedó grabada y que he contado muchas veces no sabiendo ya si me estaba inventando algo; Offutt me confirma que, efectivamente, lo que he estado relatando era cierto:

 

 “Entre otras cosas exponían una vaca viva con un cristal de plexiglás en un costado. La habían despellejado, le habían quitado la carne, y pude ver los meneos de su sistema digestivo, las regurgitaciones y cómo la comida se desplazaba de un estómago a otro”. (p. 54)

 

En fin un libro yo diría que algo más que recomendable y que no es un mal comienzo para luego seguir leyendo el resto de su obra.

A mí, en particular, todo el tema de la paternidad tengo que reconocer que me ha recordado muchas cosas porque, además, lo tengo relativamente reciente.

Hay una magnífica reseña de Carlos Télez en unlibroaldia.blogspot.com.

 

Chris Offutt, Dos veces en el mismo río. Traducción Ce Santiago.

 

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