jueves, 27 de abril de 2017

Entrega número veinticinco de Montalbano




Este es el volumen veinticinco de la serie que Camilleri dedica al comisario Montalbano y también hace el número veinticinco en mis lecturas de la serie.
Con Camilleri me pasa algo parecido a lo que me sucede con Benjamin Black, que no me pierdo ninguno de sus libros aunque no me interesa especialmente la trama que montan a pesar de tratarse del género de novela policíaca. Con grandes diferencias entre ellos, cada uno tiene aspectos que los hacen atrayentes. En Camilleri creo que es el humor a través de unos personajes bastante simples pero que dan mucho juego y la gran capacidad para elaborar diálogos. Además, claro, de su faceta gastronómica. Por el contrario, en Black predomina la seriedad y la clave son unos personajes bastante complejos y unas atmósferas muy bien logradas. En el fondo, es la gran diferencia entre escribir desde y sobre Sicilia o hacerlo desde y sobre Irlanda, fundamentalmente en y sobre Dublín.
Camilleri ni engaña ni sorprende y menos en esta última novela. Están todos los personajes y actuando como siempre lo han hecho: Catarella y sus errores idiomáticos; Mimì Augello y su faceta de mujeriego; Fazio y su capacidad de investigar; Livia y su relación tan particular con Salvo; un conjunto de sospechosos y sospechosas entre los que destaca, como suele suceder en sus últimas novelas, más de una guapa mujer a la que el autor dedica detalladas descripciones; Enzo y su magnífica trattoria e, inevitablemente, un muerto. Por supuesto, no faltan los típicos salmonetes de roca y otra multitud de buenísimos platos así como algunas críticas puntuales, aspecto que al igual que en Back no puede faltar en un libro de Camilleri,  que en este caso se dedican a la burocracia y a la actitud ante los inmigrantes.
Con todos estos ingredientes el autor elabora un texto de algo más de doscientas páginas, extensión también muy habitual en los libros de esta serie, muy entretenido y divertido que se lee prácticamente de un tirón aunque, evidentemente, no deje luego un recuerdo especial.
Ahora a esperar el próximo pues, a pesar de sus más de noventa años y su adicción al tabaco, parece que este escritor está dispuesto a morir tecleando; y bien que hace y sus lectores le agradecemos.



Andrea Camilleri, Un nido de víboras. Traducción Carlos Mayor

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