jueves, 5 de diciembre de 2019

Gran descubrimiento ruso



Sobre las distintas formas que tengo de elegir un libro para comprar y leer ya he escrito varias veces en el blog; resumiendo serían: un comentario oído en la radio de forma casual, la lectura de una contraportada, la publicación de un autor al que sigo, el consejo -o el regalo- de un amigo, la intuición ojeando los estantes de una librería y algún otro que ahora se me pasa. Pues bien, aunque no me suelen fallar a menudo, a veces sí que sucede; sin embargo, lo que no falla prácticamente nunca es cuando sigo el consejo de alguien de confianza. En este caso, conocí el libro a partir de una reseña de Marta Rebón en elpais.com que es una de las mejores conocedoras y traductoras de la literatura rusa tanto histórica como actual, además de  una lectora y escritora de gran sensibilidad.
He tenido la suerte de descubrir a este escritor ruso que desconocía totalmente y que murió en 1990 en Nueva York donde emigró tras ser expulsado de la Unión de Periodistas Soviéticos. En los Estados Unidos publicó la mayor parte de su obra.
Esta primera novela que leo de Dovlátov me ha parecido realmente magnífica y, sobre todo, me ha hecho disfrutar tanto por lo que cuenta como, sobre todo, por cómo lo cuenta. Como soy un profano en la materia de la crítica literaria, reproduciré a continuación algunos fragmentos de comentarios sobre su obra:

“Seriozha era ante todo un magnífico estilista. Sus relatos se mantienen más que nada sobre el ritmo de la frase, sobre la cadencia de la voz del escritor.
(…)
La tonalidad de su prosa es de una mordacidad contenida, a pesar de lo desesperado de la existencia que el autor describe.”
(Palabras de su amigo, el también escritor, Joseph Brodsky que se reproducen en el Epílogo).

“(…) estilo breve, concentrado, con un humor teñido de lacónico sarcasmo, y el deseo etnográfico y visceral de contar lo que ve, de trasladar al papel una experiencia poco común, tan absurda como inquietante.”
(Del Epílogo del traductor).

“El virtuosismo de Dotlátov reside solo en el ritmo de su prosa —Brodsky decía que, más que una narración, era un canto—, sino en su habilidad para condensar la complejidad de cada personaje con un puñado de palabras.”
(De la reseña de Marta Rebón en elpais.com).

Mentiría si dijera que no había captado ninguna de estas cosas durante la lectura. Desde luego, su sentido del humor es muy obvio, también la frase corta, pero, sobre todo, lo que más me había llamado la atención es esa capacidad de condensar de la que habla Rebón.
El libro cuenta, en sus doce capítulos y una brevísima conclusión, algunos de los avatares de varios miembros de su familia por lo que se puede considerar que tiene una fuerte carga autobiográfica (parece ser que es algo habitual en este escritor), aunque también debe de haber bastante creación sobre todo en los sucesos de algunos personajes. Así vemos desfilar a sus abuelos paterno y materno, un tío medio loco, otro tío estafador, una tía correctora -lo que le da pie para hacer unas reflexiones interesantes sobre la escritura-, y su marido (de este se dice: “la biografía de mi tío refleja la historia de nuestro Estado… De nuestro querido y horrible país…”), su madre también correctora, su padre actor, un primo que es quizá el personaje más peculiar del libro,  su perra, su mujer y su hija. Esto es, cuatro generaciones en 170 páginas que aunque parecen pocas para tantos personajes, no lo son por la gran capacidad de síntesis que antes comentaba.
Todos los personajes ofrecen perfiles peculiares y de ellos cuenta historias bien diferentes de algunos aspectos de su vida, obviamente aquellos que resultan más sorprendentes y originales. En este sentido, las peripecias de su tío Arón (ese cuya biografía refleja la historia), las desdichas su primo y la psicología de la propia mujer del autor (en unas páginas difícilmente clasificables) son un ejemplo de escritura y creatividad.
Un libro absolutamente recomendable de un autor que no tardará mucho en aparecer de nuevo en el blog.
Además de la mencionada reseña de Rebón hay otra interesante de Juan G.B. en unlibroaldia.blogspot.com.

Serguéi Dovlatóv, Los nuestros. Traducción Ricardo San Vicente.




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