miércoles, 18 de diciembre de 2019

Reportaje histórico




Desconocía totalmente la existencia de este libro. Fue hace unos días, leyendo Zona de obras de Leila Guerriero, cuando me encontré con la siguiente frase: “(…) escribe un artículo para el New Yorker y después un libro llamado Hiroshima, que deviene, con el tiempo, en el mejor libro de no ficción jamás escrito.” Teniendo en cuenta mi tremendo respeto intelectual por la periodista y escritora argentina, busqué el libro con la inmensa suerte de que ha sido reeditado hace solo cuatro años.
No sé si es el mejor libro de no ficción que se ha escrito nunca. No conozco lo suficiente el tema como para hacer una afirmación como esa (aunque dicho por Guerriero podría serlo), pero sí puedo decir que es un gran texto que exige en el lector un esfuerzo de concentración y, por qué no decirlo, de aguante ante lo desagradable de algunas escenas.
Hersey, para contar lo sucedido el día 6 de agosto de 1945 y en los días sucesivos, se valió de cinco japoneses y un alemán para hacer un seguimiento de sus pasos y sus problemas a lo largo de ese periodo de tiempo. Los japoneses eran: un reverendo, la viuda de un sastre, un médico, un cirujano del hospital de la Cruz Roja y una trabajadora de una fábrica; el alemán, un sacerdote jesuita. A través de sus vicisitudes nos enteramos de cómo fue el horror que produjo la explosión y los diferentes desastres a que dio lugar. Por un lado, la destrucción de casi todos los edificios e infraestructuras y, por otro y lo más importante, la destrucción de miles de vidas humanas y los terribles efectos sobre los que sobrevivieron al menos en un primer momento. Así, sobre este último aspecto se pueden leer fragmentos como los siguientes:

“Algunos tenían las cejas quemadas y la piel les colgaba de la cara y de las manos. Otros, debido al dolor, llevaban los brazos levantados, como si cargaran algo con ambas manos. Algunos iban vomitando: Muchos iban desnudos o en harapos. Sobre algunos cuerpos desnudos, las quemaduras habían trazado dibujos que parecían prendas de vestir, y, sobre la piel de algunas mujeres –puesto que el blanco reflejaba el calor de la bomba y el negro lo absorbía y lo conducía a la piel- se veían las formas de las flores de sus kimonos.” (p. 54)

“Cuando entró en los arbustos se dio cuenta de que había unos veinte hombres, todos en el mismo estado de pesadilla: sus caras completamente quemadas, las cuencas de sus ojos huecas, y el fluido de los ojos derretidos y resbalando por las mejillas. (Debieron de estar mirando hacia arriba cuando estalló la bomba; tal vez fueran personal antiaéreo.). Sus bocas no eran más que heridas hinchadas y cubiertas de pus, incapaces de abrirse lo necesario para beber de la tetera.” (p. 78)

Es cierto que Hersey aunque no escatima textos como los reproducidos tampoco se dedica a excitar el morbo. De hecho, el traductor de esta versión, el gran escritor Juan Gabriel Vásquez, afirma en el Prólogo:

“Hersey escribió Hiroshima con un martillo anglosajón en la mano: palabas duras, secas y cortas; frases cuadradas, declarativas, terminadas en ángulo recto, como un ladrillo.(…) Se trata de un libro distante y frío, y traducirlo al español, que es por naturaleza y por música solemne y cálido, equivale a falsear algo en el texto. (…)
Hersey no era un gran prosista. Sus ritmos resultan más bien monótonos; su confianza en las cifras (en una página de Hiroshima puede haber diez o más), a veces ingenua y a veces agobiante.” (p.10 y 13)

Y es cierto que hay un cierto distanciamiento buscado, y hasta me atrevería a decir que también lo es la cierta monotonía que comenta Vásquez que hace que su lectura resulte a veces un tanto pesada pero que, al mismo tiempo,  también facilita salir del agobio que producen algunas de sus páginas.
El libro está dividido en cinco capítulos de los que el último corresponde a un texto que el autor escribió cuarenta años después y en el que da cuenta de qué había sido de la vida de sus seis protagonistas. Este capítulo me ha resultado especialmente interesante porque, por ejemplo, así nos enteramos de que hasta 1957 la Dieta japonesa no promulgó una Ley de Cuidados Médicos para las Víctimas de la Bomba Atómica, algo realmente increíble. Como también lo es que a los que sobrevivieron a la explosión no se los quisiera llamar “supervivientes” sino hibakusha (persona afectada por la explosión).
En fin, un libro muy recomendable si bien con la advertencia de que hay que elegir bien el momento porque se trata de un texto que en algunos momentos resulta difícil de leer por la dureza de lo que se cuenta.
Hay una buena reseña de Francesc Bon en unlibroaldia.blogspot.com.

John Hersey, Hiroshima. Traducción Juna Gabriel Vásquez.

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