Imagino que influye el
tamaño del país, pero es ciertamente inagotable la cantidad de novelistas
estadounidenses buenos narradores que existen y que se traducen al castellano.
He tenido ocasión de leer muchas novelas de Douglas Kennedy y varias de Amor Towles,
por poner dos ejemplos de este tipo de escritores. Son buenos narradores y, adejmás,
no les da miedo la extensión pues sus obras no suelen bajar de las 500 páginas.
En esta misma línea se
mueve Ethan Canin, hasta ahora para mí desconocido a pesar de que Salamandra ya
ha traducido varios libros suyos.
La novela tiene 474
páginas y tal y como dice el fragmento de Los Angeles Times que la
editorial reproduce en la solapa, se trata de: “Una novela de amplias miras, ambiciosa a la antigua, profundamente
americana”.
Comparto lo de
profundamente americana, en el sentido que he dicho anteriormente, y lo de
ambiciosa por sus amplias miras. Ahora bien, otra cosa es el resultado.
La historia está narrada
por Corey Sifter, editor de un periódico de una pequeña localidad, quien
escribe en 2006 los momentos de su juventud en los primeros años setenta cuando
trabajó para un poderosos magnate local y tuvo la ocasión de ver y participar
en la campaña de un senador demócrata para ser candidato a la presidencia del
país. En principio un tema interesante y con posibilidades que, en mi opinión,
Canin arruina en parte por dos razones: por una parte, es excesivamente prolijo
y abusa de detalles que no tienen especial interés y, por otra parte, resulta
muy poco verosímil el papel que cumple Corey con apenas dieciséis años y las
conversaciones que mantiene con el magnate. A eso le añadiría que a pesar de la
extensión varios de los personajes no están bien perfilados ni explicados. Como
aspecto positivo, quizá lo mejor del libro, destacaría lo bien que están
intercalados los diferentes momentos del tiempo en el que transcurre la acción.
Una novela que tiene
cierto interés cuando se centra en el senador, pero que decae mucho cuando se
aleja de los aspectos más políticos.
Ethan Canin, América,
América. Traducción Santiago del Rey Farrés.
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