Vilas ha escrito un libro difícilmente clasificable. No es un
libro de viajes en sentido estricto, no es desde luego un manual para uso del
turista, no es un conjunto de opiniones personales, no es un recorrido por la
historia de los lugares que visita ni por sus monumentos más significativos.
No, no es nada de eso, pero, al mismo tiempo, hay algo de cada uno de esos
aspectos que aparece en algún momento en el libro.
Vilas es un enamorado de ese país (obviamente, esa América del título no es otro que los Estados Unidos de América), en la medida, además, en que, como manifiesta muy al principio, tiene un cierto rechazo o, si se quiere, una cierta desafección a su país de nacimiento, algo en lo que coincido plenamente y firmo el fragmento tan duro que le dedica. Una situación que le lleva a afirmar lo siguiente:
“No se trata de cambiar de país, sino de descansar de todos los países, de todas las naciones. Y hacerlo por envejecimiento propio, no por inquina ni por ideología ni por rigores intelectuales, sino por agotamiento”. (p. 28)
En el libro recoge momentos de sus visitas entre los años 2104 y
2019 en los primeros capítulos y lo cierra con las más recientes de 2022 y
2023. En ellas estuvo desde Iowa hasta Nueva Orleans o desde Nueva York hasta
Misuri, pasando por Las Vegas o Houston; más de veinte lugares entre los que
están la gran mayoría de los más significativos del país.
Tiene Vilas especial fijación por los hoteles, que menciona a
menudo y por los restaurantes, que también lo hace (esta sería la parte más
“turística” de la que hablaba antes), pero a lo que dedica más espacio es a
personajes y/o temas que tengan que ver con el lugar que visita. Así, hay
largos párrafos dedicados a: Los Simpson, Bob Dylan, la cultura pop, Neruda,
los hermanos Dalton, Lou Reed, la coca-cola, Prince, David Bowie y un largo
etcétera. Si a eso le añadimos algunas reflexiones personales más o menos profundas,
tenemos ya el contenido de un libro que ofrece buenos e interesantes momentos
junto a otros bastante intrascendentes. Un libro que me parece muy irregular y
que, además, lo cierra con un total cambio de estilo al tratar sus dos viajes
más recientes en lo que emplea un peculiar sentido del humor.
En fin, un libro que se deja leer, pero que aporta poco para el
conocimiento de ese país y, eso sí, bastante para el conocimiento de su autor
que, me temo, es algo que no me interesa especialmente.
Hay una reseña muy favorable y elogiosa de Edurne Portela en
lamarea.com
Manuel Vilas, América.
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