En relativamente poco tiempo he conocido a tres escritores
estadounidenses que tienen en común una gran capacidad narrativa no exenta de
calidad. Son: Douglas Kennedy, Scott Spencer y ahora tengo que añadir a este
Dominick Dunne.
Del primero he leído todo lo traducido. De los otros dos solo un
libro, pero creo que no será el único. Hacen un tipo de literatura que viene
muy bien para determinados momentos vitales en los que se necesita concentrarse
en las historias que te cuentan y olvidarse un poco del ambiente tóxico del
país.
Al buscar alguna reseña tras la lectura del libro, me he
encontrado con la sorpresa de que el argumento tiene que ver con unos hechos
que sucedieron realmente en 1975 que el autor conoció en 1991 coincidiendo nada
menos que con la resolución del caso del asesinato de su hija, la actriz
Dominique Dunne. El autor colaboró en la reapertura del caso de los setenta.
El libro no es una novela policíaca aunque en el primera página
aparezca ya un asesinato, sino un magnífico reflejo de algunos sectores de la
clase alta estadounidense. La protagonista es una familia irlandesa católica
que se ha hecho rica a partir de unos ascendientes que fueron cocinero y
fontanero y que, por ello, no son aceptados con normalidad en los círculos en
los que se mueven.
Uno de los grandes aciertos de la novela es la buena
caracterización de los principales personajes, desde Gerald, el patriarca que
todo lo dirige y todo lo puede, a Grace, esa madre de misa y rosario diario
que, al mismo tiempo, se va frecuentemente de compras a París, pasando por
Constant, el hijo preferido del padre en el que ha puesto sus mejores
esperanzas, que es
el coprotagonista de la historia junto con el narrador, su amigo
Harrison. Además, está el resto de los miembros de la familia.
Con estos mimbres, Dunne va tejiendo una trama de relaciones
entre ellos con el fondo del asesinato que, como decía, presenta ya en la
primera página. Unas relaciones en las que los secretos y las mentiras son algo
habitual.
El autor utiliza nada menos que 473 páginas para contar la
historia, algo que me ha parecido un tanto excesivo. Creo que le sobra algo de
la segunda parte en la que se aleja de la familia para centrarse sobre todo en
el narrador que se ha convertido en un escritor famoso. (No sé qué me está
pasando últimamente, pero en muchas novelas hay un momento en su parte central
que empiezan a cansarme, aunque luego las suelo retomar con gusto).
En todo caso, creo que se trata de un escritor interesante al
que hay que volver a leer aprovechando que la misma editorial ha publicado
varios de sus libros.
Dominick Dunne, Una temporada en el purgatorio.
Traducción Eva Millet.
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