Esta es una de esas novelas que me dejan sentimientos
encontrados. Empecé disfrutando mucho con su lectura, me recordaba por su
estilo y temas a Douglas Kennedy, otro escritor estadounidense del que he leído
todo lo traducido y que me gusta mucho, pero hacia la parte central del libro
hubo momentos en que dudé si debía seguir leyéndolo, se me caía de las manos,
me estaba dejando de interesar la historia. Seguí y no me he arrepentido porque
poco a poco la historia retoma su rumbo y vuelve a sus mejores momentos.
En la novela se van alternando dos tiempos distintos. Por un
lado, mediados de los años setenta cuando el protagonista, Fielding, es un
veinteañero enamorado de Sarah quien muere en un atentado terrorista junto con
dos exiliados de Chile tras el golpe de estado de Pinochet. Por otra parte,
unos años después, sigue el protagonismo del mismo Fielding, pero ahora con
otra relación y dedicado a la política buscando convertirse en congresista,
pero, eso sí, perseguido por el recuerdo de Sarah.
Es una buena historia. Trata aspectos interesantes de la
política estadounidense, también alguna referencia al Chile de Allende, hay una
relación apasionada entre los protagonistas, hay buenos personajes secundarios,
la novela está bien escrita y sus diálogos resultan bastante creíbles, y, sin
embargo, creo que le falta, o le sobra, algo. El libro tiene 524 páginas que,
lógicamente, dan para mucho, pero al mismo tiempo son siempre un riesgo porque
es muy difícil mantener el interés y la intensidad durante tanto tiempo. Al
menos es lo que me ha pasado a mí.
No obstante, creo que se trata de una buena novela que la
mayoría de los lectores pueden disfrutar en su totalidad.
En este sentido hay una buena reseña, muy favorable a la novela,
de Koldo en unlibroaldia.blogspot.com.
La novela fue llevada al cine en 2000 en una película que vi
ayer y que no solo no recomiendo sino que creo que es mejor no verla.
Scott Spencer, Despertar a los muertos. Traducción Ce
Santiago.
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