domingo, 16 de agosto de 2015

Auschwitz con toda su crudeza


 
Aunque parezca que sobre Auschwitz está todo escrito, siempre se le puede dar otra vuelta de tuerca. Eso es lo que hace Sorel en este difícilmente clasificable libro. El protagonista, K, es un miembro de la orquesta del campo y nos irá narrando en primera persona a lo largo de cinco capítulos, secuencias las llama el autor, los diferentes componentes y momentos que forman y suceden en un campo de exterminio. Desde la llegada a la estación y la consiguiente separación, hasta los trabajos diarios de los que sobreviven y la espantosa muerte a la que son sometidos los que no. Lo hacen.
Un texto lleno de horrores que, además, Sorel no intenta ocultar,, sino todo lo contrario, como cuando escribe en la página 205 a propósito de los hornos: “(…) el fuego incendia con su fulgor la estancia, enrojece nuestros rostros pronto ennegrecidos, las llamas bailan y cantan en su jerga pidiendo devorar más cuerpos, cuando arrojamos éstos a su interior precipitan su vigorosa danza con cimbreantes movimientos, ensanchándose, crepitando conforme cruje la piel de la leña humana, sobre todo la de los más jóvenes y tiernos, la carne se va carbonizando y al fin la piel estalla, la grasa forma hileras en las paredes de los recintos, son las cabezas las que más tardan en consumirse,…”
Como se ve se trata de un libro cuya lectura no es apta para cualquier tipo de lector. Cuesta respirar a veces durante su lectura incluso para quienes, como es mi caso, han leído mucho sobre el tema, Párrafos extensos, sin puntos ni puntos aparte, solo separados por comas, con un afán en ocasiones expresionista, describiendo el horror.
Sorel se ha basado en una bibliografía que da al final y que recoge lo fundamental que hay sobre el Holocausto en general y Auschwitz en particular. De hecho hay frases que aunque no las entrecomille son típicas de Levi o Améry. También da varias citas textuales de diferentes autores sobre todo en el primer capítulo que, por cierto, es el que me parece más flojo ya que da la sensación de estar un tanto forzado (esa extraña relación con una mujer, Kyoko, que recogerá el manuscrito) y puesto ahí para justificar el nacimiento del texto.
La principal aportación de libro es conseguir dar una visión de todos los aspectos de la vida en el campo que no es fácil encontrar tan completa en los escritos hechos por los supervivientes. También es muy sugerente desde el punto de vista de su escritura y composición.
Especialmente interesantes me han parecido las páginas que dedica a la figura de los sonderkommandos y los debates que introduce en un par de momentos entre diferentes posiciones que mantienen algunos presos.
Recomendable lectura aunque, como advertía antes, no para todo el mundo.
 
 
Andrés Sorel, Último tango en Auschwitz

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