jueves, 13 de agosto de 2015

Un viaje por el sur de África



 
Theroux no solo es un gran viajero sino que es un grandísimo escritor sobre viajes. Lo ha acreditado a lo largo de los años con varios libros y lo corrobora con este último fruto de un viaje al sur de África recorriendo parte de la República Sudafricana, Namibia y Angola. Como casi siempre, los desplazamientos los hace en medios de transporte públicos que en este caso son principalmente autobuses ya que su medio preferido, el tren, apenas existe en esas zonas.
En el texto da una visión nada complaciente de la realidad de la zona. Así, por ejemplo, al llegar a Lubango en Angola escribe:
 
“Pensé: “Ya he estado aquí”.
Otra ciudad africana, otro espanto, más caos, luces deslumbrantes, muchedumbres en las calles, la pestilencia de la tierra y las emisiones de diésel, las vallas rotas, las tiendas destruidas, las barras de hierro en los escaparates, los niños peleándose, las mujeres sobrecargadas, y nada que sirviera de alivio.” (p.257)
 
Tampoco las ONGs se libran de sus críticas y, desde luego, se llevan la palma tanto el gobierno angoleño, al que acusa de ladrón y de haber hecho del soborno la forma de vida,  como el Portugal colonizador. Y es que la Angola que describe es realmente terrible por su extrema miseria y, al mismo tiempo, la enorme riqueza que gracias al petróleo acumula su clase gobernante. De la época del dominio portugués no tiene sino acerbas críticas por el trato dado a los africanos, en estado real de esclavitud hasta muy avanzado el siglo xx, y lo poco que dejaron cuando se produjo la descolonización. Valga como ejemplo el siguiente fragmento:
 
“En cierto modo, esa era la historia del interior de Angola: Portugal había exportado a sus criminales brutalizados y a sus campesino analfabetos y los había convertido en colonos, primero para esclavizar y deportar a los africanos y después para dominar a los que habían quedado. Las paredes de las granjas estaban destrozadas, los tejados hundidos y las tejas hechas añicos. Pero no vi más que un puñado de edificios así en ochenta o ciento veinte kilómetros de recorrido, en un país que había sido colonia durante más de cuatrocientos años.” (p.253)

 Por supuesto también critica a los habitantes originarios cuando lo cree oportuno e incluso determinados aspectos de la actual presencia china.
Además de críticas como las referidas, el libro ofrece otros muchos alicientes aunque no desde luego para animarse a hacer turismo por esa parte del continente donde se hace por cierto un “turismo de la pobreza” tal como cuenta Theroux.
Otros alicientes del libro son: la extraordinaria capacidad del autor para contar las cosas, su pasión por un continente que tan bien conoce (incluso habla el swajili), las interesantes referencias históricas que hace y, como siempre, su buena escritura.
Es uno de esos libros que cuesta dejar de leerlo durante un rato porque te metes en sus historias y sus descripciones. Un gran libro.
Desde otro punto de vista, resulta admirable que alguien a punto de cumplir lo setenta años se embarque en una aventura como la de un viaje así, y es que Theroux es un apasionado del viaje; casi se podría decir que es su forma de vida.
 
 
Paul Theroux, El último tren a la zona verde

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