jueves, 14 de septiembre de 2017

Desigual novela



Como he dicho en más de una ocasión en este blog, llevo bastante tiempo alejado de la literatura anglosajona. Durante un tiempo leí todo lo que se publicada de varios autores, pero me cansaron. Luego he hecho de vez en cuando alguna cata y me he llevado agradables sorpresas como ha sucedido con los casos de John Fante y Edward Bunker. Siguiendo esta misma línea vi el otro día este libro de una para mí desconocida escritora y quise “ponerla a prueba”. Si con Fante y Bunker me sucedió que nada más acabar el primer libro salí a la búsqueda de otros, con McCullers no me ha sucedido lo mismo al menos de forma tan inmediata.
Esta es la última novela que escribió la autora y parece ser que, según cuenta Jesús Carrasco en el Prólogo, no tuvo demasiado buena acogida por la crítica cuando se publicó en 1961.
Evidentemente yo no soy un crítico literario ni nada que se le parezca y hablo de la impresiones y de las sensaciones que me deja un libro y en este caso tengo que decir que han sido contradictorias. La novela se basa en cuatro personajes curiosamente todos hombres: un juez, su nieto, un farmacéutico enfermo de leucemia y un joven negro. De los cuatro, los momentos en los que aparecen el juez, Cane, y el farmacéutico, Malone, son lo mejor de la novela que decae mucho e incluso provoca, tal y como dijo alguna crítica en su día,  “diálogos y situaciones improbables”, cuando los protagonistas son los dos jóvenes.
El caso del juez es especialmente relevante porque con él creo que la autora pretende mostrar y criticar algunas actitudes racistas, no hay que olvidar que estamos a principios de los sesenta, con intervenciones como la siguiente:

“Los privilegios en las elecciones pronto se abolirán y cualquier negro ignorante podrá votar. Después vendrá la igualdad de derechos en la educación. Imagínate un futro en el que delicadas niñitas blancas tengan que compartir sus pupitres con hombres negros como el betún si quieren aprender a leer y escribir.” (p. 30)

Sin embargo, el mismo juez contrata al joven negro Sherman del que afirma:

“- Este chico es una verdadera  joya, un tesoro. Me escribe cartas, me lee. No hablemos ya de las inyecciones, además de obligarme a seguir la dieta.” (p. 162)

Además de este aspecto de crítica de la postura de algunos blancos del sur, McCullers muestra la gran soledad de sus protagonistas tanto los mayores como los jóvenes y las dificultades que encuentran para sus relaciones.
El principal problema que tiene el libro es la desigualdad entre capítulos que mencionaba antes, ya que junto a algunos realmente interesantes que captan inmediatamente toda la atención del lector, - a mí en particular me ha pasado con todos los momentos en que el protagonista es Malone-,  hay otros que resultan poco o nada convincentes.
En todo caso, creo que más adelante habrá que dar alguna oportunidad más a esta autora sureña que algunos han llegado a comparar con Faulkner.


Carson McCullers, Reloj sin manecillas. Traducción Vida Ozores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario