martes, 27 de febrero de 2018

Novela negra en Cuba



Es la segunda novela que leo de Padura y la primera de esta serie negra o policiaca que tiene como protagonista al ex policía Mario Conde. Me imagino que a lo largo de las anteriores siete novelas de que hasta ahora consta la serie el autor habrá ido desarrollando el perfil del personaje. Desde luego en esta entrega es algo que yo echo en falta porque a pesar de su extensión, 440 páginas, es muy poco lo que sale de la vida o del pasado del protagonista.
La historia es sencilla: un amigo, Bobby,  que se dedica a la compraventa de antigüedades y otros objetos le encarga la búsqueda de la estatua de una virgen negra, Virgen de Regla la llama, que le han robado. A partir de ahí la trama se desarrolla en dos niveles muy distintos. Por un lado, lógicamente, el de la búsqueda de la estatua y, por otro, y aquí la novela es realmente novedosa, el de la historia, contada en un sentido cronológicamente inverso,  de esa estatua hasta llegar a Cuba. Estos capítulos, que se van intercalando con los otros, resultan bastante atractivos porque en ellos aparece desde la guerra civil española hasta la cruzada del siglo XIII con la batalla por San Juan de Acre, pasando por el mundo de los Templarios y con alusiones hasta al nacionalismo catalán y la creación de su bandera.
Por lo que se refiere a la parte de novela negra propiamente dicha, resulta mucho más interesante toda la primera parte en la que Conde, buscando principalmente en La Habana, le da pie a Padura para plantear críticas puntuales al sistema. Así: el tratamiento que da a la homosexualidad, la existencia de la libreta de abastecimiento o desabastecimiento como también la califica, la  pobreza y el abandono histórico de las calles del centro de La Habana, la presencia de la ortodoxia, los Asentamientos (barrios marginales para los inmigrantes del oriente cubano) con su “miseria exultante“,… y también a utilizar expresiones como “la mierda en que se ha convertido este país” o “y gente jodida es lo que nos sobra”. Como se ve todo un catálogo de observaciones con una fuerte carga crítica en la mejor tradición de la auténtica novela negra.
Sin embargo, a medida que la novela avanza no lo hace el interés de la trama que, bien al contrario, decae bastante porque como dice J.Ernesto Ayala-Dip en su reseña para elpais.com: “El foco de interés de la novela se va desdibujando cada vez que al lector se le exige un cambio de perspectiva, sin que ello aporte nada al relato medular.”
La historia se hace así demasiado larga y algo premiosa aunque siempre queda la buena escritura de que hace gala Padura así como la originalidad de muchas expresiones  y términos del lenguaje de la isla.
Dejo a continuación dos fragmentos en los que la crítica se hace de forma más contundente:

“Y me pasé los primeros cuarenta años de mi vida fingiendo, reprimiéndome, torturándome, para que mis padres, para que ustedes, mis compañeros, para que todo el mundo en esta patria machista-socialista creyera que yo era lo que debía ser y no me riparan la vida: un joven ejemplar, varón y militante, ateo y obediente… Tú no te imaginas lo que fue mi vida, qué va…” (p. 25) (Bobby el homosexual amigo de Conde homosexual que le encarga la búsqueda de la virgen)

“El país estaba cerrado a cal y canto y la llave la tenían otros, los que decidían quién viajaba y cómo, los que determinaban qué era lo bueno y lo malo para ti, qué libros debías o no debías leer, cómo pelarte  y qué música oír. Para nosotros siempre ha sido así, sigue siendo así: alguien decide por nosotros, para cuidarnos y salvarnos, ¿no?... Y Ahora han abierto una puertecita:¡nos dejan viajar chico!... Si tienes dinero o no para hacerlo es cuestión tuya, como en todas partes” (p. 374) (Uno de los amigos de Conde)

En definitiva, una novela que ofrece mucho al principio, pero que termina defraudando un tanto; una demostración de que a veces basta con menos páginas para contar una buena historia que al final se estropea por el exceso. Desde luego yo me quedo con el magnífico Padura de El hombre que amaba a los perros.
Hay una buena reseña de Laura Fernández en elcultural.com.

Leonardo Padura. La transparencia del tiempo.

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