viernes, 20 de enero de 2023

El inicio de una gran carrera


Aunque es el último libro que leo y con el que completo toda la obra publicada de la autora, fue sin embargo el primero que publicó (en España en 2006), pero ha estado agotado hasta su reciente reedición.

Guerriero llegó a Las Heras en otoño de 2002. Este es un pueblo, o ciudad, que creció gracias al petróleo y a la empresa argentina YPF, aunque por esas fechas esos yacimientos los vendieron a Repsol.

En esa localidad se habían producido doce suicidios entre 1997 y 1999. “Once de ellos tenían una edad promedio de 25 años y eran habitantes emblemáticos de la ciudad, hijos de familias modestas pero tradicionales: el bañero, el mejor jinete de la provincia, el huérfano criado por sus tías y sus abuelos”. (p. 27) Aunque no hay lista oficial de muertos, ni los de 1997 fueron los primeros.

La autora nos va contando aspectos de la vida de algunos de estos suicidas, pero no se queda ahí y lo que obtenemos al final es una idea bastante aproximada de cómo podía ser la vida en una población del sur de Argentina con una dedicación exclusiva a la extracción de petróleo. Un lugar con importantes diferencias sociales y culturales. Así,

 

“(…) el pueblo, como todos los pueblos, tiene sus prejuicios y sus castas: nadie lo dice en voz alta, pero hay “ypefianos” y resto del mundo y los “ypefianos” comen en restaurantes como esos, viven en un barrio especial en casas especiales, tienen autos especiales y conservan el esquema familiar más tradicional que imaginar se pueda: esposa ama de casa, esposo que trabaja, hijos al colegio. Sus hijas no quedan embarazadas a los 12 años, los maridos no destrozan a golpes a sus esposas, sus hijos no se inyectan vino tinto”. (p. 108)

 

Hay varios ejemplos de abusos, malos tratos y de embarazos de adolescentes, entre otras razones porque como dice una coordinadora pedagógica que fue  para formar a gente en la resolución negociada de conflictos:

 

“Lo que encontramos entre los chicos fue falta de proyecto, apatía, problemas de violencia física entre ellos, situaciones conflictivas con los padres, prostitución y abuso infantil.

(…)

No hay urbanización que invite a un encuentro social, no hay una plaza, no hay confiterías. Qué hacen los chicos un viernes a la noche, no hay cine, no hay teatro. No hay nada”. (p. 172-173)

 

Guerriero utiliza la técnica, que luego ha sido marca de la casa, de dejar hablar a los distintos protagonistas y de que apenas se note la presencia de la periodista. Demuestra como siempre una gran empatía y sensibilidad. No entra en los aspectos que podrían resultar morbosos y tampoco intenta averiguar los motivos que llevaron a tan drásticas decisiones. (En el pueblo se hablaba mucho de que estaban causados por una secta).

Hay algunos personajes a los que dedica más atención como, por ejemplo, Naty, una mujer con una vida curiosa a la que realiza una peculiar entrevista, o Pedro Beltrán, un peluquero gay que le muestra ese ambiente que tan complicado resulta en un mundo tan machista.

En definitiva, un libro que merece la pena porque en él hay mucha vida y esta está muy bien contada, sin valoraciones ni condenas que quedan, en todo caso, en manos del lector.

Es una buena ocasión para conocer a Guerriero. Estoy seguro de que quien la lea por primera vez no parará hasta encontrar más libros suyos.

Hay una interesante entrevista de Enrique Planas con la autora en elcomercio.pe

 

 

Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario