lunes, 16 de enero de 2023

Buen descubrimiento


Una buena demostración de que con unas pocas páginas, 166 que son realmente bastantes menos,  se pueden contar historias interesantes.

Travacio es una escritora argentina de Rosario que aunque no es especialmente joven cuenta con solo dos novelas; eso sí, tiene premios por sus cuentos y relatos. Esto quiere decir que de alguna manera está especializada en obras de poca extensión.

La novela está dividida en dos partes, Relatos en la terminología de la autora, bastante diferentes. En la primera vemos cómo Lina decide abandonar la quebrada, en la que vive con su esposo Cruz, porque la vida se ha hecho muy difícil allí. Tienen un hijo, Tala, al que se llevó hace años el hermano de ella para que viviera en un lugar mejor. Cruz no quiere irse porque eso supone abandonar a los muertos. Esta parte está narrada en primera persona por ambos miembros de la pareja alternándose en los capítulos. Al final, Cruz vende lo que tienen, mete en dos cajones los restos de sus padres y con un burro y una carreta va a la búsqueda de Lina. La segunda parte, bastante más corta que la primera, la narra un tercer personaje y se centra en Lina, que ha llegado a un lugar en el que ha encontrado trabajo, y Tala.

En fin, es mejor no contar más porque es bueno que el lector vaya descubriendo las cosas poco a poco.

Además de esa historia peculiar con unos personajes tan apegados a la tierra y llenos de espíritu de supervivencia, la novela ofrece una magnífica escritura en la que es muy importante el lenguaje que utiliza cada uno de los narradores y en la que hay descripciones tan sintéticas y buenas como esta de Lina sobre la pobreza en la quebrada:

 

“Ni los yuyos crecen como antes. Salen secos, apenas nacidos, y se agotan antes de dar las primeras hojas. Dan pura espina, y así quedan, tan duros que hasta el viento se queja cuando se encuentra con ellos”. (p. 29)

 

O esta otra de Cruz sobre  el burro que le acompaña en su búsqueda:

 

“Qué arroyo es ese, Jumento, que no aparece por ningún lado. Y el burro me escuchaba atento, y me miraba con esos ojos compresivos que tenía y seguía andando. Buen burro, me dieron. Muy escuchador. Y muy perseverante”. (p.62)

 

Es una lectura para disfrutar cada página y para ir descubriendo que hay gente buena y solidaria por todas partes, incluso en los lugares más apartados, aunque también hay otro tipo de gente. En definitiva: muy recomendable.

Obviamente, tendré que buscar otros textos de la autora.

Hay una buena reseña de Santi en unlibroaldia.blogspot.com

 

Mariana Travacio. Quebrada.

 

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