miércoles, 23 de agosto de 2017

Los inicios de Ferrante





En mayo terminé la tetralogía que ha hecho tan famosa, y con mucha razón, a Ferrante. Como decía en la entrada correspondiente del blog, me costó decidirme a su lectura pero luego quedé atrapado por ella. Esta escritora (o escritor ya que no se sabe quién está detrás de este seudónimo) tiene algo en su forma de contar y en las historias que cuenta que hace que te metas en ellas sin casi percatarte.
Me ha vuelto a pasar en  este caso con una novela anterior a las que forman la tetralogía, pues está escrita en 2004 y es, creo, la segunda que se publicó.
Una mujer, Olga, es abandonada por su marido, Mario, al enamorarse este de una joven, Carla. Olga que se queda con dos hijos pequeños y un perro, nos narra  en primera persona lo que supone para ella ese abandono. Nos describe sus sentimientos y padecimientos, su frustración como mujer y como persona, sus ansiedades, sus temores, su rabia, sus celos, en fin, todo aquello que puede dejar en una persona una situación así.
Como dijo La Stampa y reproduce la editorial en la contraportada: “Duro y rigurosamente antisentimental, vertiginoso y oscuro, la fuerza perturbadora del tormento psicológico que describe consigue, con seca persuasión, mantener en vilo al lector.”
Efectivamente, se trata de un libro duro en el que, además, hay momentos en que utiliza un lenguaje grosero y soez  muy apropiado para esa situación.
La primera parte del libro, la que muestra los primeros momentos del abandono y las reacciones de Olga,  me parece la más lograda del libro, en especial el capítulo 8 en el que se produce la primera visita de Mario, Olga se arregla y pretende ser educada al máximo para ver si puede conseguir su vuelta hasta que en un momento dado le sale toda la rabia y la bilis acumulada y estalla. Algo parecido sucederá en el capítulo 11 con el perro. También me ha parecido especialmente lograda la escena en la que Olga tiene una relación con el vecino (algo que ya me llamó la atención en uno de los libros de la tetralogía: la capacidad de relatar escenas de sexo). 
Poco a poco se irá adaptando aunque siempre desde esa frustración que mencionaba antes y que queda reflejada muy bien en el siguiente fragmento:

“¡Qué error había sido encerrar el significado de mi existencia en los ritos que Mario me ofrecía con prudente emoción conyugal! ¡Qué error había sido confiar el sentido de mi vida a sus gratificaciones, a sus arrebatos de entusiasmo, al recorrido cada vez más fructífero de su vida! ¡Qué error había sido, sobre todo, creer que no podía vivir sin él, cuando hacía tiempo tenía serias dudas de que con él estuviese viva!” (p. 161)

Un libro magnífico que me conducirá inevitablemente a leer las otras dos novelas previas a su gran obra. Son lecturas para disfrutar, eso sí, muchas veces desde el padecimiento a poca empatía que se logre desarrollar.

Elena Ferrante, Los días del abandono. Traducción Nieves López Burell.

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