miércoles, 8 de marzo de 2023

Un wéstern argentino


No han pasado ni dos meses desde que leí Quebrada, la segunda y última por ahora novela de la autora, y ya estoy comentando la primera que publicó, Al igual que aquella se trata de una obra muy corta pues apenas tiene 143 páginas además con muchos espacios en blanco. Está dividida en 63 capítulos de, lógicamente, poca extensión.

Tienen también otras cosas en común: el paisaje desolado del desierto y la llegada a zonas en las que hay agua en abundancia, el lenguaje muy preciso y escueto, el desarrollo de la historia en el mundo rural sin especificar ni dónde ni cuándo y unos personajes bien definidos y poco comunicativos.

La diferencia fundamental sería que esta primera novela se puede perfectamente clasificar como un wéstern, una historia de venganza en el que la violencia está presente en todo momento, de forma soterrada al principio y muy explícita al final. Dice en un momento dado Manoel, el narrador de la historia:

 

“Me pedía siempre que la dibujara a ella. Pero yo le explicaba que no. No, Luisa, no puedo dibujarte. Solo dibujo el rencor”. (p. 58)

 

A partir del asesinato del miembro de una familia de otra localidad que ha llegado a un lugar buscando a una mujer se desata la violencia. Primero serán tres hermanos del muerto los que vienen a vengarle y luego se reunirá un grupo de gente para vengarse de esa venganza. Todo un conjunto de hombres que demuestran a lo que puede llegar la naturaleza humana, al sinsentido de muchos comportamientos.

Como decía antes, todo desarrollado en el marco de una naturaleza difícil pues al polvo del desierto le sucede el exceso de lluvia y de calor húmedo. Tanta agua que tendrán que buscar cadáveres en los grandes charcos que se forman.

Magníficamente narrada, la historia atrapa desde las primeras líneas gracias al lenguaje y a la escueta, pero muy precisa, forma de narrar. Así, el segundo párrafo de la novela puede ser un buen ejemplo:


“En una de las vueltas del viento norte, se nos apareció Loprete. Llegó lúgubre, un poco perdido, preguntando por Pepa. Hablaba sin urgencia, pero decidido. Busco a Pepa, dijo, apenas lo vimos en lo del Tano. Lo  dijo seco, como si tuviera la boca vacía y se le llenara con eso. Lo miramos extrañados, un poco sorprendidos por su figura concreta en la tarde abrasadora, como si la bruma de polvo que nos envolvía esa tarde lo hubiese materializado para que así de repente preguntara por Pepa”. (p 7)

 

Si tuviera que poner algún pero al libro sería quizá el exceso de personajes que aparecen que, al menos a mí me ha pasado, cuesta trabajo identificar a veces.

Una novela muy recomendable como lo es la otra publicada por Travacio a quien habrá que seguir atentamente.

Para un mayor y mejor conocimiento del libro remito a dos reseñas: la de Santi en unlibroaldia.blogspot.com y la de Beatriz Vignoli en pagina12.com.ar. En ambas hay interesantes referencias y comparaciones con las obras de otros autores.

 

Mariana Travacio, Como si existiese el perdón.

 

 

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