Qué gran escritor es Vásquez. Evidentemente ya lo sabía pues he
comentado ya en el blog cinco libros suyos, pero creo que en este se supera. Ha
escrito una especie de biografía novelada de una artista colombiana,
Feliza Burzstyn, una escultora que debió
de tener mucho éxito en su momento, años setenta, pero que yo desconocía
totalmente. Además, me parece que, salvo en determinados momentos, no tuvo una
vida especialmente apasionante y, sin embargo, tal y como la narra Vásquez te
metes en la historia y la disfrutas plenamente.
Por lo que cuenta el autor, se interesó por la historia de esta
mujer hace casi treinta años sobre todo a raíz de una nota de García Márquez,
gran amigo de Burzstyn, que decía que murió de tristeza. Lo hizo en 1982 cuando
tenía solo cuarenta y ocho años.
El libro lo ha estructurado en cinco capítulos, pero no cuenta
la historia de una forma totalmente lineal, sino que va alternando diferentes
momentos y episodios de su vida. También incluye sus encuentros con Pablo, el
último marido de la escultora, en la que este le da muchas informaciones para
la elaboración del libro.
La protagonista vivió en Nueva York, París y Bogotá. Era hija de
un matrimonio de judíos polacos que se expatriaron a Colombia. A los veintiún
años ya tenía tres hijas fruto de su matrimonio con Larry, un estadounidense
del que se separó enseguida y con el que se fueron a vivir las tres hijas. Tuvo
luego una larga relación con Jorge Carrión y un segundo matrimonio con el ya
mencionado Pablo. En medio tuvo un gravísimo accidente por el que tuvieron que
reconstruirle parte del rostro aunque parece ser que quedó muy bien.
Como escultora se dedicó a modelar restos de desguaces y
distintos materiales metálicos en esculturas que solían ser de gran tamaño. Se
relacionó con la mayoría de los intelectuales de Colombia y nunca quiso tener
participación de ninguna manera en la política de su país del que, sin embargo,
fue expulsada de forma injusta durante un periodo de tiempo.
Como decía antes, no tuvo una vida demasiado intensa salvo en
los últimos años, pero la maestría de Vásquez, sobre todo en los dos primeros
capítulos, hace que sí lo parezca.
Como persona era tremendamente libre (anarquista para algunos de
sus amigos) y queda claro que siempre decía lo que pensaba. Algo que me ha
sorprendido es lo poco que aparecen sus hijas en el libro y solo muy al final
nos enteremos de que tuvo más encuentros con ellas tanto en Estados Unidos como
en Colombia.
Vásquez incluye en el tramo final del texto un par de
entrevistas, me imagino que figuradas, que le sirven para dejar constancia del
carácter y la forma de pensar de Feliza.
En fin, un libro recomendable por la calidad literaria que
demuestra una vez más su autor.
Juan Gabriel Vásquez, Los nombres de Feliza
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