martes, 26 de marzo de 2019

Pequeña decepción




Hace poco más de un mes hacía en el blog el comentario de Apegos feroces, el anterior libro de Gornick y del que según algunos críticos este es la continuación. Creo que esto ha supuesto un hándicap para el que hoy comento porque es bastante inferior en casi todo excepto en que mantiene la buena escritura de la autora.
Dice Begoña Méndez en su reseña en elcultural.com:
“No hay aquí afectos feroces ni escritura despiadada, sino la memoria elegantísima de una señora muy sabia que ama Nueva York y que ha aprendido a vivir en el apego desinteresado y en la compasión de sí y de los otros.”
Creo que es en esa falta de “escritura despiadada” donde reside la gran diferencia con su anterior novela. Nuevamente estamos ante unas memorias y unos recorridos por la ciudad de Nueva York, pero en este caso a la madre la sustituye Leonard, un peculiar amigo con el que dialoga siendo estas conversaciones los mejores momentos del libro. Otra carencia importante, y que supone la otra gran diferencia con el anterior texto, es la ausencia de personajes tan característicos como: su madre, su vecina, varios habitantes del barrio, los maridos y exmaridos, los amantes, etc.
En el fondo todo obedece a que ahora no son tanto unas memorias como un conjunto de escenas o relatos breves, -algunas verdaderos sketches que, por su duración y su sentido del humor, me atrevería a calificar de chistes-, escenas por las que pasan personajes muy variopintos como por ejemplo una trotskista nonagenaria que le cuenta cosas de su mal marido pero buen amante; junto a ello va introduciendo de vez en cuando algunas reflexiones sobre temas como la amistad o el amor; tampoco faltan algunos breves comentarios sobre alguna historia relacionada con algún escritor (así, por ejemplo, lo que escribe sobre Henry James y su posible influencia sobre el suicidio de una amiga); evidentemente no podía faltar la presencia de su madre, si bien lo hace en muy pocas ocasiones y en alguna, además, como recuerdo. Eso sí, cuando aparece es capaz de sacar lo mejor de Gornick como se puede apreciar en el siguiente fragmento:
“Intenté por todos los medios que mi madre fuera feminista, pero esta mañana compruebo que, para ella, nada es más importante en este mundo que la lucha de clases. No importa. Al final, para sentirse estimulado, una cosa es tan buena como la otra.” (p. 121)
Un libro que a pesar de lo que critico merece la pena leer porque es una visión siempre original, muy personal y magníficamente escrito. Además, para quien conozca los espacios por los que se mueve en la ciudad de Nueva York seguro que supone un aliciente más.
Hay una reseña de Marc Peig muy completa y con un enfoque más positivo del libro en unlibroaldia.blogspot.com.

Vivian Gornick, La mujer singular y la ciudad. Traducción Raquel Vicedo.

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